lunes, 29 de septiembre de 2014

6º año. Obras de teatro para el segundo parcial. "Contratación de mano de obra"

“TERROR Y MISERIA EN EL TERCER REICH”       Bertolt Brecht
CONTRATACIÓN DE MANO DE OBRA

Vienen los que dan trabajo.
Un hombre es un escarabajo
Que ellos pinchan sin pudor.
Ha de fecundar la tierra
Y su máquina de guerra
Con su sangre y su sudor.

Spandau, 1937. Un obrero, al volver a su vivienda, encuentra a su vecina.
LA VECINA: Buenas noches, señor Fenn. Quería pedirle prestado a su mujer un poco de pan. Ha salido un instante.
EL HOMBRE: Con mucho gusto, señora Dietz. ¿Qué le parece el empleo que he conseguido?
LA VECINA: Sí, ahora todos tienen trabajo. Está usted en las nuevas fábricas de motores ¿no? ¿Allí fabricarán bombarderos?
EL HOMBRE: Cada vez más y más.
LA VECINA: Los necesitan en España.
EL HOMBRE: ¿Por qué precisamente en España?
LA VECINA: Se dicen tantas cosas sobre lo que se envía allí. Es una vergüenza.
EL HOMRE: Tenga cuidado con lo que dice.
LA VECINA: ¿Está usted también con ellos?
EL HOMBRE: Yo no estoy con nadie. Hago mi trabajo. ¿Dónde se habrá metido Martha?
LA VECINA: Ah, quizá tendría que prepararlo [el pan]. Es posible que sea algo desagradable. Cuando entré, estaba aquí precisamente el cartero, y había dado una carta a su mujer que la había trastornado. Pensé si no sería mejor que pidiera pan a los Schiermann.
EL HOMBRE: Vaya. (Llama) ¡Martha!
Entra su mujer. De luto.
EL HOMBRE: ¿Qué te pasa? ¿Quién ha muerto?
LA MUJER: Franz. Ha llegado una carta.
Le da una carta.
LA VECINA: ¡Santo Cielo! ¿Qué le ha pasado?
EL HOMBRE: Ha sido un accidente.
LA VECINA: (Desconfiada.) ¿Era aviador, no?
EL HOMBRE: Sí.
LA VECINA: ¿Y tuvo un accidente?
EL HOMBRE: En Stettin [Pomenaria Occidental, actual Polonia]. En un ejercicio nocturno en el campo de maniobras, dice aquí.
LA VECINA: ¡No ha sido un accidente! No me pueden venir con esa historia.
EL HOMBRE: Sólo le digo lo que dice aquí. La carta es del Estado Mayor del Campo.
LA VECINA: ¿Y él les escribía últimamente? ¿De Stettin?
EL HOMBRE: No te pongas así Martha [de luto]. No sirve de nada.
LA MUJER: No, lo sé.
LA VECINA: Era tan simpático su hermano. ¿Les preparo café?
EL HOMBRE: Sí, si no le importa señora Dietz...
LA VECINA: (Buscando un caharro.) Una cosa así es siempre de golpe.
LA MUJER: Puedes lavarte tranquilamente, Herbert. A la señora Dietz no le importará.
EL HOMBRE: Para eso hay tiempo.
LA VECINA: ¿Y él les escribía desde Stettin?
EL HOMBRE: Sus cartas venían siempre de Stettin.
LA VECINA: (Mirándolo significativamente.) Ah, ¿Pero estaría en el Sur?
EL HOMBRE: ¿Cómo que en el Sur?
LA VECINA: Lejos, en el Sur, en la hermosa España.
EL HOMBRE: (Al ver que su mujer vuelve a sollozar.) ¡Cálmate, Martha! No debería hablar así, señora Dietz.
LA VECINA: Sólo quisiera saber qué dirían en Stettin si fuera usted a buscar el cadáver de su cuñado.
EL HOMBRE: No iré a Stettin.
LA VECINA: Todo lo tapan muy bien. Consideran una heroicidad que no se sepa nada. Uno de la alcaldía se jactaba de lo inteligentemente que ocultan su guerra. Cuando derriban a un bombardero de esos y los de dentro saltan en paracaídas, los de los otros bombarderos les disparan en el aire con ametralladoras, a los suyos, para que no puedan decir a los rojos [los Republicanos españoles] de donde vienen [Alemania].
LA MUJER: (Poniéndose mala.) Dame agua, Herbert, quieres, me siento muy mal.
LA VECINA: La verdad es que no quería trastornarla más, pero ¡cómo lo tapan todo! Saben muy bien que es un crimen y que tienen que ocultar su guerra. Incluso aquí. ¡Un accidente en unos ejercicios! ¿Qué ejercicios? ¡Ejercicios de guerra!
EL HOMBRE: Por lo menos no hable tan fuerte. (A su mujer.) ¿Te sientes mejor?
LA VECINA: También usted es de los que callan como un muerto ¡En esa carta tiene la prueba!
EL HOMBRE: ¿Quiere callarse de una vez?
LA MUJER: ¡Herbert!
LA VECINA: Sí, ¡qué me calle de una vez! ¡Porque ha encontrado trabajo! ¡Pero su cuñado también! Precisamente ha tenido un "accidente" con una cosa de esas que producen en la fábrica de motores.
EL HOMBRE: Eso es demasiado, señora Dietz. ¡Dice que trabajo en cosas de esas! ¿Y en qué trabajan los otros? ¿En qué trabaja su marido? ¿En lámparas, no? ¿Y eso no es para la guerra? ¡Es sólo para iluminación! Pero ¿para qué es la iluminación? ¿Qué es lo que ilumina? ¿Se iluminan los tanques? ¿O los buques de guerra? ¿O una cosa de esas? ¡Él sólo hace lámparas! Dios Santo, ¡no hay nada ya que no sea para la guerra! ¿Dónde voy a encontrar trabajo si me digo: ¡pero que no sea para la guerra!? ¿Tendré que morirme de hambre?
LA VECINA: (Apocada.) Yo no digo que tenga que morirse de hambre. Naturalmente que tiene que aceptar el trabajo. Hablo sólo de esos criminales. ¡Es una bonita contratación de mano de obra!
EL HOMBRE: (Seriamente.) Y tú tampoco debes andar por ahí de negro. No les gusta.
LA VECINA: Lo que no les gustan son las preguntas que hacen.
LA MUJER: (Tranquila.) ¿Crees que debo quitarme el luto?
EL HOMBRE: Sí. Si no, me quedaré sin trabajo en seguida.
LA MUJER: Pues no me lo quitaré.
EL HOMBRE: ¿Qué quieres decir?
LA MUJER: Que no me lo quitaré. Mi hermano ha muerto. Llevaré luto por él.
EL HOMBRE: Si no tuvieras ese vestido, porque lo compró Rosa cuando murió mi mdre, no podrías vestirte de luto.
LA MUJER: (Chillando.) ¡Nadie me impedirá que lleve luto! Si ellos lo han sacrificado, yo debo poder llorar al menos. ¡Nunca ha habido nada parecido! ¡Nunca se ha visto en el mundo algo tan inhumano! ¡Son unos verdaderos criminales!
LA VECINA: (Mientras el hombre, mudo de espanto, sigue sentado.) ¡Señora Fenn!
EL HOMBRE: (Roncamente.) Si hablas así, nos pasará algo peor que perder mi puesto.
LA MUJER: ¡Que se me lleven! También tienen campos de concentración para mujeres. ¡Que me metan en uno, porque a mí no me da igual que maten a mi hermano! ¿Qué se les ha perdido en España?
EL HOMBRE: ¡Deja de hablar de España!
LA VECINA: ¡Se va a buscar un disgusto, señora Fenn!
LA MUJER: ¿Vamos a tener que callar para que no te quiten el puesto? ¿Porque moriremos si no fabricamos sus bombarderos? ¿Y para morirnos luego de todos modos? ¿Como Franz? A él también le han buscado un puesto. A un metro bajo tierra. ¡También aquí hubiera podido tener ese puesto!
EL HOMBRE: (Quiere cerrarle la boca.) ¡Cállate! ¡Eso no sirve de nada!
LA MUJER: ¿Qué sirve entonces? ¡Haz algo que sirva!


Traducción de Miguel Sáenz.

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