"BREVE PROPEDÉUTICA PARA EL ANÁLISIS DEL ENSAYO" (Arturo Casas)
http://www.ensayistas.org/critica/ensayo/casas.htm
Antología del ensayo uruguayo (Real de Azúa)
http://teoliti.blogspot.com/2010/06/carlos-real-de-azua-ensayo-introduccion.html
Aquí encontrarás los textos que daremos, así como los programas, informaciones y enlaces de interés para ilustrar y enriquecer el curso de Literatura. ¡Bienvenido!
miércoles, 28 de agosto de 2013
martes, 27 de agosto de 2013
4º año: Siglos de oro españoles
SIGLOS
DE ORO ESPAÑOLES
Se conoce con este nombre a un período de florecimiento artístico y
literario. Abarca los siglos XVI
y XVII, que corresponden a los períodos renacentista y barroco
respectivamente. Se trata de una época que el español de hoy recuerda a la vez con
orgullo (por el esplendor artístico, por la unificación nacional) y vergüenza
(por la rígida diferenciación de clases y el racismo existentes en España por
entonces).
RENACIMIENTO
Es una época de resurrección de las ideas y formas de
la Antigüedad clásica, matizadas por la influencia de la Edad Media y el
cristianismo. No busca solamente la imitación de lo antiguo, sino un nuevo
conocimiento de la vida, una diferente estimación del hombre, una diferente
escala de valores.
Se produce un movimiento cultural nuevo, el Humanismo,
iniciado en Italia, que considera al hombre el centro del universo y dedica sus
esfuerzos al estudio de las letras humanas. Adquieren gran importancia las
universidades y florecen los “mecenas”, los protectores de los artistas. Se
quiere restaurar el ideal educativo de la Antigüedad, que apuntaba a formar al
hombre en forma integral, atendiendo por igual lo físico, moral, intelectual y
artístico.
Entre los rasgos significativos de la cultura
renacentista se destaca el típico individualismo burgués, en relación
con la dignidad del hombre,
centro del mundo y dueño de su destino. Hay un intenso vitalismo en la
cultura popular, que se manifiesta en el arte, en la literatura, y en el
esplendor y lujo de sus cortes y palacios. Es una época de optimismo, en
la que se piensa que el universo y la naturaleza están a disposición del ser
humano, que se cree capaz de organizarlos y dominarlos racionalmente. El racionalismo
es, pues, un rasgo distintivo de esta época. La confianza en el poder de la
razón explica la idea de progreso propia del Renacimiento: se considera
que el saber puede hacer cada vez mejor al hombre.
España se encuentra
unificada en lo político (monarquía), en lo religioso
(catolicismo) y en lo lingüístico
(castellano), pero esa unidad es todavía precaria, inestable. Hay en España muchos judíos y musulmanes
“conversos”, los que se “convirtieron” al cristianismo para evitar la expulsión
del país.
Pese a las riquezas que llegan de
América, los gastos de las continuas guerras llevaron a la pobreza. Los campos
se van despoblando y aumentan los impuestos. La nobleza se organiza en
jerarquías; en la cúspide están los títulos más altos (duques, condes,
marqueses), luego vienen los caballeros y por último los hidalgos. Todos ellos
estaban eximidos de pagar impuestos, por lo que los que no eran nobles, es
decir los burgueses y funcionarios estatales, hicieron cuanto pudieron para
adquirir al menos la categoría de hidalgo, sea por compra de títulos, por
soborno o adquisición de tierras.
Culturalmente, el panorama se va haciendo cada vez más
difícil, se publican listas de libros
prohibidos y se censura previamente
cualquier publicación. La Iglesia y el Estado tienen un fuerte control de todos
los asuntos humanos, incluyendo el arte.
La
literatura del Renacimiento en general busca la perfección, el orden, la
claridad, sencillez, equilibrio y simetría. Es un arte para minorías, severo y
exquisito.
BARROCO
El término “barroco” tuvo en su origen un significado
peyorativo (“perla irregular”), pero ha sido aceptado luego para definir el
conjunto de rasgos propios de la cultura del siglo XVII. No se produce una ruptura con el Renacimiento, sino una
continuidad y evolución. Es un período
en general visto como confuso, caprichoso y falto de reglas, con una actitud de
angustia y decepción, por oposición a la euforia renacentista. Se vuelve a
insistir en ideas medievales como la brevedad de la vida y la caducidad de las
cosas. La conciencia de fugacidad de lo terrenal está en la idea barroca por
excelencia: el desengaño, una concepción negativa del mundo, que aparece como
caos, desorden y confusión. La vida está presidida por la idea de la muerte, vivir es sólo un
breve tránsito entre la cuna y la sepultura.
En cuanto a las artes, podemos notar que se utiliza
una rica ornamentación, con figuras en
movimiento, con gran detallismo y expresividad. En pintura, las masas de
color sustituyen a las líneas, se buscan los contrastes entre luz y sombras y
las perspectivas sorprendentes. El arte
barroco sustituye la serenidad y severidad del arte clásico por un arte
acumulativo que busca impresionar los sentidos y la imaginación con estímulos
poderosos e inusuales. Apunta al entendimiento a través de imágenes
brillantes, agudezas y juegos de conceptos, pero también apunta al sentimiento,
excitando la admiración, el terror, la compasión y sorpresa del lector. Toca
temas pintorescos, grotescos o monstruosos, y se caracteriza por el gusto por lo irregular, lo complicado, detallado,
sobrecargado, la exageración, las ambigüedades, los contrastes y las ironías.
Es
un siglo de crisis, en el que España ha perdido su supremacía en el continente,
las ganancias de las Indias se hacen cada vez menores, hay numerosas guerras,
epidemias, decaen la agricultura, la industria y el comercio. La burguesía va
perdiendo influencia, la nobleza y el clero acaparan las tierras, dejando gran
parte de los campos sin cultivar. La miseria se extiende entre las clases
populares, que abandonan el campo, donde la delincuencia es un fenómeno común,
y buscan la supervivencia en las grandes ciudades, en las que crece
alarmantemente el número de desempleados, mendigos, pícaros y ladrones.
“LAZARILLO DE TORMES”
Es una novela, es decir, un relato extenso, en prosa,
en el que intervienen personajes y se desarrollan sucesos en un marco social
determinado. Se ubica en España, a mediados del siglo XVI, durante el reinado
de Carlos V. Podemos encontrar en la época distintos tipos de novelas, a saber:
a)
NOVELA
DE CABALLERIA: es la que
narra las hazañas de un héroe joven, noble y hermoso, que resulta casi
invencible frente a cualquier enemigo, ya sea humano, mago o monstruo. Está por
lo general enamorado de una hermosa y virtuosa dama, a quien dedica sus
triunfos.
b)
NOVELA
SENTIMENTAL: tiene por tema
el relato de los amores desventurados, apasionados y trágicos de una pareja,
que logra vencer dificultades casi insalvables para llevar a buen término sus
sentimientos”.
c)
NOVELA
PASTORIL: aquí también hay un
tema amoroso, pero lo más importante es el marco natural en que se ubican,
paisaje muy armónico y pacífico, con pastores cultos, que cantan a sus amadas
en bellas poesías.
d)
NOVELA
PICARESCA: es en cierta forma
la antítesis de las otras, ya que habla de problemas tan reales como el hambre,
la hostilidad del mundo, la soledad del individuo. Se trata de un género nuevo,
auténticamente español.
Las novelas picarescas son en general relatos aparentemente autobiográficos,
es decir que es el propio protagonista el que cuenta su historia. El pícaro es
un ser tan insignificante, socialmente hablando, que no tiene alguien que se
ocupe de contar su vida, y él debe tomar la palabra. Por contraste, el héroe
caballeresco siempre tiene un biógrafo, alguien que conoce toda su biografía.
Estas novelas se
desenvuelven linealmente, sin saltos ni cambios bruscos en la temporalidad.
Generalmente se presentan como una sucesión inconexa de episodios, y tienen
como personaje central a un mozo de muchos amos, un antihéroe que atraviesa una
serie de conflictos, resueltos
humorísticamente. Su figura unifica un constante ir y venir de personajes
episódicos. No hay allí grandes pasiones, y por eso carece de complicaciones trágicas.
El crítico Ludwig Pfandl define al pícaro como “un
mozo nacido casi siempre de padres pobres y de baja extracción, rara vez
honrados, el cual por culpa de malas compañías o por falta de instrucción, al
verse lanzado a la confusión de la vida y entregado a sí mismo, cae en la
vagancia, se aparta del trabajo y lucha contra la vida como puede, con osadía y
falta de escrúpulos, con engaño, malicia y malas artes. Su distintivo externo
es el aspecto andrajoso, pero no la deformidad física. Sus ocupaciones son el
pedir limosna, los bajos trabajos de ocasión, el vagar perezosamente de ciudad
en ciudad. La necesidad de vivir lo hace desvergonzado y sin escrúpulos, pero
no quisiera ser otra cosa que lo que es, no cambiaría su libre y despreocupada
existencia por una sedentariedad honorable, a cambio de una cama y un techo.”
“Lazarillo de Tormes” no coincide con esto en todos
los aspectos: él trata de cambiar su suerte, y se siente feliz cuando lo logra.
No es, entonces, una típica obra picaresca, sino un antecedente de la misma.
Por otra parte la novela picaresca tiene la tendencia a moralizar, a incluir
reflexiones morales luego que han transcurrido, en la ficción, muchos años de
los hechos narrados. El pícaro solo ve en la vida algo pasajero, que no vale la
pena ser tomado en serio ni con mucho esfuerzo. Hay en esto un fondo trágico
que el humor no puede borrar, si bien en “Lazarillo” la visión pesimista es
menos fuerte. Lázaro es simpático, con una alegría de vivir típicamente
renacentista.
El título de la obra que nos ocupa es “Vida
de Lazarillo de Tormes, de sus fortunas y adversidades”. Se supone que
tuvo una primera edición en el año 1553,
que no se ha conservado. En 1554 se edita la obra en tres ciudades, y cinco
años más tarde se prohíbe su circulación en España, aunque muchos ejemplares
entraron al país por los países limítrofes. En 1573 se publica “Lazarillo
castigado”, una versión censurada de la obra, sin los tratados que más
criticaban al clero, y no volvió a ser editada en forma completa hasta el siglo
XIX. En cuanto a la fecha de composición, es incierta, apenas delimitada por
dos alusiones históricas presentes en el texto: se menciona la batalla de los
Gelves, contra los moros, lo cual nos ubicaría en 1510 o 1520, y también las
cortes de Toledo, que se desarrollaron en 1525 y 1538.
El
autor de la obra prefirió ocultar su identidad, lo que ha dado pie a muchas teorías sobre su autoría
y sobre los motivos que lo llevaron al anonimato. ¿Sería un destacado político,
o un religioso, que no quiso arriesgar su prestigio en esta obra? ¿Un judío
converso? ¿O tal vez alguien inhibido por el carácter autobiográfico de la
obra? Lo cierto es que no se sabe quién fue, y probablemente nunca se sepa.
No pasó mucho tiempo antes de que aparecieran
continuadores para obra tan exitosa como esta. Nuevas versiones continuaron
surgiendo, incluso en pleno siglo XX.
En cuanto a su estructura, la novela cuenta en primera
persona la vida de un mozo de servicio que pasa de amo en amo, desde su
infancia hasta su juventud. Se narra la vida de Lázaro, a la vez que se
describe un cuadro de su sociedad con intención satírica, describiendo sus
tipos y costumbres. La obra está desarrollada como una sucesión de episodios de
desigual extensión. Se organiza en siete
tratados y un prólogo, y su unidad se asegura por la figura de su personaje
central, siempre presente. Los distintos amos sirven para presentar, desde dentro,
a distintas clases de personas de la época: los mendigos, los curas, los nobles
empobrecidos, los artistas, por ejemplo.
El argumento de la novela al final muestra el estado
de miseria y deshonor al que las circunstancias le habrían conducido. Los tres
primeros tratados forman una unidad, centrados en el tema del hambre, así como
los últimos tienen en común el afán de ascenso
social y el paralelo descenso moral
del protagonista. Lazarillo es un tipo humano, que va madurando y perdiendo
ingenuidad a lo largo de la obra, hasta terminar en el desilusionado
conformismo del final, cuando acepta una situación indigna al ser engañado por
su esposa –si bien nunca lo reconoce abiertamente- con el jefe de ambos, el
Arcipreste de San Salvador, a cambio de casa, ropa y trabajo.
El estilo en este libro es sobrio, nunca se
acumulan detalles innecesarios, las descripciones y los diálogos son sencillos,
el estilo es realista. La novedad de la obra estaba en el uso de la primera persona:
toda la novela es como una carta
dirigida a alguien a quien llama “vuestra merced”. Lázaro no cuenta toda su
vida, sino aquello que quiere mostrar para explicar su forma de vivir actual.
lunes, 12 de agosto de 2013
6º año: Información sobre narrativa del siglo XX
NARRATIVA DEL
SIGLO XX
El
acto de narrar es una actividad que ha acompañado al hombre desde su origen,
activa su capacidad de observación e imaginación. Como cualquier otra
manifestación artística del siglo, la narrativa refleja la crisis del concepto
de "realidad" propia del siglo XX. Si bien subsisten todavía las
novelas que procuran ser un reflejo lo más fiel
posible del mundo circundante, lo corriente es que el narrador busque
objetivos muy distintos de los que se agotan en describir lo que puede verse
cotidianamente.
Distinguimos
entonces, a grandes rasgos, dos etapas:
HASTA EL SIGLO XIX
La
novela de los siglos XVIII y XIX, plena de realismo social, aspiraba a reproducir
de la manera más exacta la superficie de la existencia cotidiana, con el
propósito de enjuiciar sus desajustes y conflictos. Partía de la confianza en
un orden estable y definitivo, que sólo requería modificaciones parciales para
mejorar.
El
centro del interés narrativo de las novelas del siglo XIX son las
acciones del protagonista, ubicado en un tiempo y espacio definidos, para
insertarse en su sociedad en un intento de consolidar su situación o de
mejorarla. A menudo el matrimonio es una vía para ello. La empresa del protagonista
es propia de los valores individualistas y competitivos de la mentalidad
burguesa. El interés del novelista estaba en recorrer la historia de modo
lineal, con un criterio de causalidad entre los hechos, y apuntaba hacia el
examen moral de la conducta. El argumento en general era previsible y
verosímil.
A
través de las novelas del siglo XIX se transmite la imagen de un mundo
tranquilo, racional, ordenado, fundado en la transmisión de unas tradiciones y
costumbres que tienen su origen en la sabia experiencia. Se creía aún en la
posibilidad de alcanzar una verdad absoluta, universal, válida para todos los
hombres. El novelista clásico puede dedicarse a pintar la sociedad en sus
mínimos detalles o a la exploración psicológica del comportamiento humano. A
esto hacía referencia el escritor Stendhal al definir a la novela como "un
espejo que se pasea a lo largo de un camino": puede reflejar lo que ocurre en los niveles
más altos o más bajos de la realidad, pero siempre aspira a una imitación de la
misma.
En
la novela clásica el lenguaje es simplemente un medio para describir el
lugar de los sucesos, las acciones y los caracteres de los personajes. Es
directo, sin ambigüedades o símbolos. El ambiente que rodea a los
sucesos es en general contemporáneo al momento en que se escribe la novela; es
un fondo histórico real para los acontecimientos ficticios pero creíbles en que
se hallan comprometidos los personajes. El narrador es omnisciente ya
que conoce todos los hechos acaecidos y puede meterse en la conciencia de sus
personajes. En cuanto a la estructura, la novela clásica presenta un
desarrollo lineal de la anécdota, en el que generalmente pueden distinguirse
con claridad un planteo, un desarrollo y un desenlace. El tiempo respeta
el orden cronológico de los sucesos.
DESDE EL SIGLO
XX
Una
profunda conmoción desintegró este sistema de apariencia tan sólida,
especialmente cuando estalló la guerra de 1914. Se desencadenó un cambio
profundo en la estructura narrativa, que rompió con las formas clásicas y transformó
tanto los contenidos como las técnicas expositivas utilizadas.
La
narrativa actual ha pasado de lo mimético a lo simbólico: nada de imitación de
la realidad objetiva. Esto supone la sustitución de los escenarios conocidos
por espacios imaginarios; a veces el
narrador se instala resueltamente y desde un principio en una atmósfera
inverosímil y absurda, sin que se sienta obligado a rendir explicación alguna.
La
novela del siglo XIX tenía por tema, muchas veces, problemas
particulares, limitados. En el siglo XX se ha sustituido lo exterior por lo
interior, y fundamentalmente por lo inconsciente. Se explora la interioridad,
el ensueño, el recuerdo. La trama, en lugar de una sucesión de
acontecimientos, se transforma en una fluencia de asociaciones de ideas, se
torna caótica, confusa, porque el destino humano se percibe como el reino de lo
absurdo. En términos generales puede decirse que el hilo anecdótico tradicional de la novela realista ha
desaparecido. Hay una visión de la realidad mucho más fragmentada. Desaparece
el relato cuya tensión e intriga se concentraba en el desenlace que pudieran
tener las ambiciones del protagonista y la estructura de la sociedad comienza a
ser seriamente cuestionada.
Los personajes pierden la importancia que
tenían como protagonistas, como individualidades, para convertirse en arquetipos
dela conducta contemporánea, incluso llegando a ser antihéroes. Son reflejo del
hombre gris, anónimo, cotidiano, que deambula por el mundo en busca de claves
vitales. No son previsibles, tienen varias facetas y nos sorprenden al actuar:
pueden elevarse a héroes en un capítulo para volver a la mezquindad en el
siguiente. La novela del siglo XX trata no solo de los grandes acontecimientos
de los personajes, sino especialmente los hechos menores, cotidianos, los pensamientos
recurrentes. Muchas veces el protagonista de la narración ni siquiera es un ser
humano, como ocurre en "La Metamorfosis", de Franz Kafka.
Hay
un ahondamiento psicológico en los personajes. Aparece la técnica del monólogo
interior, que consiste en la reproducción que el narrador hace, sin previo
ordenamiento, de la fluencia de ideas y asociaciones de pensamientos, tal como
se generan en su cabeza. La utilización de esta técnica genera una sensación de
caos, porque al reproducir el torrente del pensamiento aparecen como
simultáneos espacios, tiempos y motivos distintos.
El tiempo ya no es lineal, como en la
narrativa del siglo XIX. Esto se relaciona con el creciente subjetivismo, que
hace que no interesen el tiempo ni el espacio físicos, objetivos, sino como son
vividos por los personajes de la narración. Lo que ahora interesa es el mundo
interior. En el inconsciente el tiempo como dimensión cronológica pierde su significación;
pasado, presente y futuro se viven alternativa, caprichosa y hasta simultáneamente.
El tiempo no transcurre, se hace lento o realiza saltos.
La
narrativa de los últimos años se ha visto a menudo organizada como un
"collage" de varias versiones de los acontecimientos narrados, de
modo que hay varios narradores, cada uno de los cuales presenta los hechos
desde su punto de vista. La voz en tercera persona, típica de la narrativa
tradicional, deja paso a narradores equiscientes o infrascientes, con lo cual
el receptor debe buscar por sí mismo la verdad o falsedad de las palabras o
acciones de los personajes. Puede ocurrir, en especial como consecuencia de las
insólitas estructuras narrativas, que el lector ya no encuentre al enfrentarse
a una novela el viejo "placer de leer", que todo le resulte arduo y
trabajoso. El escritor no conduce a quien lee hacia certidumbres indiscutibles,
y los finales muchas veces no parecen tales. Umberto Eco ha definido el
concepto de "obra abierta". Desde el punto de vista del
significado, supone una multiplicación de los sentidos posibles, lo que obliga
al lector a buscar su propio sentido de la obra, a ser un cómplice del
escritor, y un creador él mismo.
NARRATIVA
NORTEAMERICANA
Resulta indiscutible la importancia
del aporte norteamericano al cine, teatro y narrativa del siglo XX. Nos
ubicamos en un país de grandes aglomeraciones urbanas, donde el éxito (muchas
veces ligado a lo económico) es fundamental y donde predomina una visión
pragmática que asocia lo verdadero con lo útil. Esta situación ha sido a menudo
enjuiciada por sus escritores, en una literatura de protesta social que perdura
hasta nuestros días.
A comienzos del siglo XX surgen escritores
que son a la vez periodistas que investigan temas enojosos para el gobierno. Se
los llama “muck rakers”, revolvedores de basura, en obvia metáfora de su
temática.
La desilusión posterior a la primera
guerra mundial trae consigo un grupo de escritores (como Ernest Hermingway o
John Dos Passos) que se conocen como “generación perdida”. Los años veinte son
los “años locos”, época de auge económico y comercial, de liberación femenina,
de renovación del arte en general, años de euforia que terminan con el quiebre
económico de 1929. A partir de allí la temática narrativa se orienta a temas
sociales como la discriminación racial o étnica, reclamos obreros, consumismo
alienante y otros. En este contexto va perfilándose poco a poco un nuevo tipo
de narrativa, cuyo nombre encierra ya de por sí una contradicción:
CIENCIA FICCIÓN
Se origina en el siglo XX pero tiene
sus raíces en el pasado. El nombre une las ideas de ciencia (conocimiento
racional, exacto, sistemático) y ficción (producto de la imaginación, elementos
de fantasía).
Es
una rama de la literatura fantástica, también difundida en cine, TV,
historietas. Propone una evasión del mundo real, plantea algo que escapa a las
leyes lógicas y supone la intromisión de lo extraño, anormal o desconocido en
lo cotidiano.
Michel Butor la define como “una
literatura que explora el campo de lo posible tal y como la ciencia nos permite
vislumbrarlo”. Para Kingsley Amis es una “narración en prosa que trata acerca
de una situación que no podría presentarse en el mundo que conocemos pero cuya
existencia se basa en una hipótesis sobre un descubrimiento innovador de cualquier
tipo, en el dominio de la ciencia y la tecnología, o aún de la pseudo ciencia y
pseudo tecnología.”
Propone un misterio, con explicación científica más o menos creíble. La
ciencia ficción “soft” (blanda) es una narración de aventuras que puede
tener errores y exageraciones científicas, en tanto la “hard” (dura) plantea
personajes científicos y da explicaciones veraces de los hechos que narra. En
general la ciencia ficción muestra la inquietud
del hombre del siglo XX frente a los vertiginosos avances científicos. En ellas
el tiempo esencial es el futuro;
muestran qué futuro puede resultar de ciertas acciones humanas. Su héroe no se integra a la sociedad; hay
una ruptura con la misma porque su búsqueda de nuevos valores implica la
destrucción de la sociedad actual.
En las décadas del 20’ y 30’ la
literatura norteamericana se vio invadida por publicaciones populares y
sensacionalistas llamadas “pulps” (hechas con papel barato, pulpa de papel, de
ahí su nombre), que muchas veces se ubicaban en el espacio, con armas,
monstruos y naves imaginarios, en historias sin base científica alguna,
llamadas “space opera”. Después de la segunda guerra mundial desaparecen los
pulps y surgen los “fanzines”, publicaciones de aficionados, de escaso tiraje y
circulación limitada, cuyo tema era frecuentemente la ciencia ficción. Se crean
clubes de escritores, congresos y premios dentro de este género. Los años 50’ y
60’ representan la época de oro de la ciencia ficción, con autores como Ray
Bradbury, Isaac Asimov, Arthur Clarke y Theodore Sturgeon, entre otros.
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