sábado, 24 de octubre de 2015

Narrativa del siglo XX y presentación de Ray Bradbury

NARRATIVA DEL SIGLO XX

El acto de narrar es una actividad que ha acompañado al hombre desde su origen, activa su capacidad de observación e imaginación. Como cualquier otra manifestación artística del siglo, la narrativa refleja la crisis del concepto de "realidad" propia del siglo XX. Si bien subsisten todavía las novelas que procuran ser un reflejo lo más fiel  posible del mundo circundante, lo corriente es que el narrador busque objetivos muy distintos de los que se agotan en describir lo que puede verse cotidianamente.
Distinguimos entonces, a grandes rasgos, dos etapas:

HASTA EL SIGLO XIX
La novela de los siglos XVIII y XIX, plena de realismo social, aspiraba a reproducir de la manera más exacta la superficie de la existencia cotidiana, con el propósito de enjuiciar sus desajustes y conflictos. Partía de la confianza en un orden estable y definitivo, que sólo requería modificaciones parciales para mejorar.
El centro del interés narrativo de las novelas del siglo XIX son las acciones del protagonista, ubicado en un tiempo y espacio definidos, para insertarse en su sociedad en un intento de consolidar su situación o de mejorarla. A menudo el matrimonio es una vía para ello. La empresa del protagonista es propia de los valores individualistas y competitivos de la mentalidad burguesa. El interés del novelista estaba en recorrer la historia de modo lineal, con un criterio de causalidad entre los hechos, y apuntaba hacia el examen moral de la conducta. El argumento en general era previsible y verosímil.
A través de las novelas del siglo XIX se transmite la imagen de un mundo tranquilo, racional, ordenado, fundado en la transmisión de unas tradiciones y costumbres que tienen su origen en la sabia experiencia. Se creía aún en la posibilidad de alcanzar una verdad absoluta, universal, válida para todos los hombres. El novelista clásico puede dedicarse a pintar la sociedad en sus mínimos detalles o a la exploración psicológica del comportamiento humano. A esto hacía referencia el escritor Stendhal al definir a la novela como "un espejo que se pasea a lo largo de un camino":  puede reflejar lo que ocurre en los niveles más altos o más bajos de la realidad, pero siempre aspira a una imitación de la misma.
            En la novela clásica el lenguaje es simplemente un medio para describir el lugar de los sucesos, las acciones y los caracteres de los personajes. Es directo, sin ambigüedades o símbolos. El ambiente que rodea a los sucesos es en general contemporáneo al momento en que se escribe la novela; es un fondo histórico real para los acontecimientos ficticios pero creíbles en que se hallan comprometidos los personajes. El narrador es omnisciente ya que conoce todos los hechos acaecidos y puede meterse en la conciencia de sus personajes. En cuanto a la estructura, la novela clásica presenta un desarrollo lineal de la anécdota, en el que generalmente pueden distinguirse con claridad un planteo, un desarrollo y un desenlace. El tiempo respeta el orden cronológico de los sucesos.

DESDE EL SIGLO XX
Una profunda conmoción desintegró este sistema de apariencia tan sólida, especialmente cuando estalló la guerra de 1914. Se desencadenó un cambio profundo en la estructura narrativa, que rompió con las formas clásicas y transformó tanto los contenidos como las técnicas expositivas utilizadas.
La narrativa actual ha pasado de lo mimético a lo simbólico: nada de imitación de la realidad objetiva. Esto supone la sustitución de los escenarios conocidos por espacios imaginarios; a veces el narrador se instala resueltamente y desde un principio en una atmósfera inverosímil y absurda, sin que se sienta obligado a rendir explicación alguna.
La novela del siglo XIX tenía por tema, muchas veces, problemas particulares, limitados. En el siglo XX se ha sustituido lo exterior por lo interior, y fundamentalmente por lo inconsciente. Se explora la interioridad, el ensueño, el recuerdo. La trama, en lugar de una sucesión de acontecimientos, se transforma en una fluencia de asociaciones de ideas, se torna caótica, confusa, porque el destino humano se percibe como el reino de lo absurdo. En términos generales puede decirse que el hilo anecdótico tradicional de la novela realista ha desaparecido. Hay una visión de la realidad mucho más fragmentada. Desaparece el relato cuya tensión e intriga se concentraba en el desenlace que pudieran tener las ambiciones del protagonista y la estructura de la sociedad comienza a ser seriamente cuestionada.
Los personajes pierden la importancia que tenían como protagonistas, como individualidades, para convertirse en arquetipos dela conducta contemporánea, incluso llegando a ser antihéroes. Son reflejo del hombre gris, anónimo, cotidiano, que deambula por el mundo en busca de claves vitales. No son previsibles, tienen varias facetas y nos sorprenden al actuar: pueden elevarse a héroes en un capítulo para volver a la mezquindad en el siguiente. La novela del siglo XX trata no solo de los grandes acontecimientos de los personajes, sino especialmente los hechos menores, cotidianos, los pensamientos recurrentes. Muchas veces el protagonista de la narración ni siquiera es un ser humano, como ocurre en "La Metamorfosis", de Franz Kafka.
Hay un ahondamiento psicológico en los personajes. Aparece la técnica del monólogo interior, que consiste en la reproducción que el narrador hace, sin previo ordenamiento, de la fluencia de ideas y asociaciones de pensamientos, tal como se generan en su cabeza. La utilización de esta técnica genera una sensación de caos, porque al reproducir el torrente del pensamiento aparecen como simultáneos espacios, tiempos y motivos distintos.
El tiempo ya no es lineal, como en la narrativa del siglo XIX. Esto se relaciona con el creciente subjetivismo, que hace que no interesen el tiempo ni el espacio físicos, objetivos, sino como son vividos por los personajes de la narración. Lo que ahora interesa es el mundo interior. En el inconsciente el tiempo como dimensión cronológica pierde su significación; pasado, presente y futuro se viven alternativa, caprichosa y hasta simultáneamente. El tiempo no transcurre, se hace lento o realiza saltos.  
La narrativa de los últimos años se ha visto a menudo organizada como un "collage" de varias versiones de los acontecimientos narrados, de modo que hay varios narradores, cada uno de los cuales presenta los hechos desde su punto de vista. La voz en tercera persona, típica de la narrativa tradicional, deja paso a narradores equiscientes o infrascientes, con lo cual el receptor debe buscar por sí mismo la verdad o falsedad de las palabras o acciones de los personajes. Puede ocurrir, en especial como consecuencia de las insólitas estructuras narrativas, que el lector ya no encuentre al enfrentarse a una novela el viejo "placer de leer", que todo le resulte arduo y trabajoso. El escritor no conduce a quien lee hacia certidumbres indiscutibles, y los finales muchas veces no parecen tales. Umberto Eco ha definido el concepto de "obra abierta". Desde el punto de vista del significado, supone una multiplicación de los sentidos posibles, lo que obliga al lector a buscar su propio sentido de la obra, a ser un cómplice del escritor, y un creador él mismo.



NARRATIVA NORTEAMERICANA
            Resulta indiscutible la importancia del aporte norteamericano al cine, teatro y narrativa del siglo XX. Nos ubicamos en un país de grandes aglomeraciones urbanas, donde el éxito (muchas veces ligado a lo económico) es fundamental y donde predomina una visión pragmática que asocia lo verdadero con lo útil. Esta situación ha sido a menudo enjuiciada por sus escritores, en una literatura de protesta social que perdura hasta nuestros días.
            A comienzos del siglo XX surgen escritores que son a la vez periodistas que investigan temas enojosos para el gobierno. Se los llama “muck rakers”, revolvedores de basura, en obvia metáfora de su temática.
            La desilusión posterior a la primera guerra mundial trae consigo un grupo de escritores (como Ernest Hermingway o John Dos Passos) que se conocen como “generación perdida”. Los años veinte son los “años locos”, época de auge económico y comercial, de liberación femenina, de renovación del arte en general, años de euforia que terminan con el quiebre económico de 1929. A partir de allí la temática narrativa se orienta a temas sociales como la discriminación racial o étnica, reclamos obreros, consumismo alienante y otros. En este contexto va perfilándose poco a poco un nuevo tipo de narrativa, cuyo nombre encierra ya de por sí una contradicción:

CIENCIA FICCIÓN
            Se origina en el siglo XX pero tiene sus raíces en el pasado. El nombre une las ideas de ciencia (conocimiento racional, exacto, sistemático) y ficción (producto de la imaginación, elementos de fantasía).
            Es una rama de la literatura fantástica, también difundida en cine, TV, historietas. Propone una evasión del mundo real, plantea algo que escapa a las leyes lógicas y supone la intromisión de lo extraño, anormal o desconocido en lo cotidiano.
            Michel Butor la define como “una literatura que explora el campo de lo posible tal y como la ciencia nos permite vislumbrarlo”. Para Kingsley Amis es una “narración en prosa que trata acerca de una situación que no podría presentarse en el mundo que conocemos pero cuya existencia se basa en una hipótesis sobre un descubrimiento innovador de cualquier tipo, en el dominio de la ciencia y la tecnología, o aún de la pseudo ciencia y pseudo tecnología.”
            Propone un misterio, con explicación científica más o menos creíble. La ciencia ficción “soft” (blanda) es una narración de aventuras que puede tener errores y exageraciones científicas, en tanto la “hard” (dura) plantea personajes científicos y da explicaciones veraces de los hechos que narra. En general la ciencia ficción muestra la inquietud del hombre del siglo XX frente a los vertiginosos avances científicos. En ellas el tiempo esencial es el futuro; muestran qué futuro puede resultar de ciertas acciones humanas. Su héroe no se integra a la sociedad; hay una ruptura con la misma porque su búsqueda de nuevos valores implica la destrucción de la sociedad actual.

            En las décadas del 20’ y 30’ la literatura norteamericana se vio invadida por publicaciones populares y sensacionalistas llamadas “pulps” (hechas con papel barato, pulpa de papel, de ahí su nombre), que muchas veces se ubicaban en el espacio, con armas, monstruos y naves imaginarios, en historias sin base científica alguna, llamadas “space opera”. Después de la segunda guerra mundial desaparecen los pulps y surgen los “fanzines”, publicaciones de aficionados, de escaso tiraje y circulación limitada, cuyo tema era frecuentemente la ciencia ficción. Se crean clubes de escritores, congresos y premios dentro de este género. Los años 50’ y 60’ representan la época de oro de la ciencia ficción, con autores como Ray Bradbury, Isaac Asimov, Arthur Clarke y Theodore Sturgeon, entre otros.

6º: información sobre Gabriel García Márquez

LATINOAMÉRICA: Cuentos y novelas del siglo XX

EL REGIONALISMO
   Las primeras décadas del siglo XX comenzaron para Latinoamérica con el auge del regionalismo, cuya vigencia va  hasta aproximadamente 1940.
   La novela regionalista presenta personajes unidos a la tierra que habitan: el campesino, el indígena, por ejemplo. Los temas suelen ser problemas sociales, como el conflicto entre civilización y barbarie, la denuncia de la opresión económica, la protesta contra la situación extrema de los trabajadores. Una de las presencias más fuertes y avasallantes es la de la Naturaleza, que llega a ser más importante a veces que el hombre mismo. No hablamos aquí de la visión romántica de una naturaleza tranquila, armoniosa e idealizada, sino de una visión realista, que la ve cargada de posibilidades de destrucción.
 
LA NUEVA NARRATIVA
   Poco a poco la narrativa regionalista va dejando paso a una forma nueva, con conciencia de ser artística. Los ámbitos en que se ubicarán las obras son generalmente urbanos y hay una importante presencia de elementos fantásticos, explicados o no, y una apertura a nuevos temas, ligada al afán de experimentación de la literatura del siglo XX. Los personajes se complejizan y enriquecen interiormente, mientras que los narradores se van alejando de la omnisciencia para fundirse con el protagonista o dividirse en varios puntos de vista.
   El hecho de que estos cambios se comiencen a producir hacia 1940 no es casual; varios acontecimientos pueden contribuir a explicarlo. Al producirse la Segunda Guerra Mundial se interrumpió la llegada de material europeo a nuestro continente, y por otra parte la Guerra Civil Española hace que vengan a instalarse muchos intelectuales y artistas valiosos, se fundan editoriales y revistas, se abren museos y bibliotecas, y se aprecia un crecimiento en el “mercado” de lectores: cada vez se alcanza un mayor nivel de alfabetización, lo que facilita su acceso a los textos literarios.
 
EL “BOOM” DE LA NARRATIVA LATINOAMERICANA
Es una denominación que deriva del marketing que indica el alza brusca de las ventas de un producto. Se trata de un fenómeno de los años sesenta, a la vez literario y comercial. Literario, porque aparecen obras y autores de indiscutible calidad, pero también comercial, porque las editoriales comienzan a presionar a los escritores para aumentar su productividad. Este momento de auge se considera en general terminado hacia 1972, año en que se produce la crisis de las democracias y el inicio de dictaduras militares en muchos de nuestros países.
Entre los autores más importantes están Julio Cortázar (argentino), Carlos Fuentes (mexicano), Gabriel García Márquez (colombiano), Mario Vargas Llosa (peruano), José Donoso (chileno), Juan Rulfo (mexicano), Juan Carlos Onetti (uruguayo) y Augusto Roa Bastos (paraguayo).
  Un tema de frecuente discusión entre ellos, nunca resuelto del todo, es el de la posición que debería adoptar el intelectual frente a la política. Para Mario Benedetti, por ejemplo, el deber fundamental es incrementar la conciencia revolucionaria latinoamericana y quien no lo hace es cómplice y “sostenedor de los privilegios y la corrupción del sistema capitalista burgués”. Vargas Llosa y Jorge Luis Borges, en cambio, sostienen que la literatura funciona como algo autónomo, independiente de su contexto económico, político o social. Una postura distinta y singular es la de Cortázar: “la novela revolucionaria no es solamente la que tiene contenido revolucionario, sino la que busca revolucionar la novela misma”.
 
REALISMO MÁGICO
Se ha dicho que en nuestra literatura conviven una cosmovisión realista y otra fantástica, como parte de un conjunto de opuestos que constituyen la narrativa latinoamericana.
El realismo mágico recibe influencias de las literaturas de vanguardia, especialmente del surrealismo. Se caracteriza por la combinación de lo realista y lo fantástico, la transformación de lo real en irreal, la deformación de los conceptos de tiempo y espacio. Lo maravilloso americano surge de una inesperada alteración de la realidad, que permite observar las cosas desde ángulos insospechados.
García Márquez: “La América Latina es así. Totalmente fantástica, aún en la vida corriente. Es el continente de la imaginación extravagante, del delirio, de la soledad quimérica y alucinante. Mis personajes son verdaderos en la medida en que reflejan esta realidad fantástica”. “Vivimos en un continente donde la vida cotidiana está hecha de realidades y mitos, y nosotros nacemos y vivimos en un mundo de realidades fantásticas”.

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ: SU OBRA
“Las novelas son como los sueños. Como los sueños, están construidas con fragmentos de la realidad, pero que terminan por construir una realidad, nueva y distinta. Así es que son mis novelas. Son experiencias elaboradas y personajes armados con pedazos de unos y otros, de seres que uno ha conocido. Lo mismo los hechos y los ambientes” (Gabriel García Márquez)
Crea un mundo narrativo en el que fácilmente pasamos de lo real a lo fantástico. Su obra ha sido vista por algunos críticos como una metáfora de la condición humana; otros destacan como elemento fundamental el intento de explorar la situación latinoamericana. Se ha dicho que el ser periodista en Colombia, Venezuela, Europa y los Estados Unidos fue para él un saludable ejercicio diario y una preocupación por el arte narrativo. Allí se disciplinó y aprendió a combinar la objetividad del reportero con los hallazgos imaginativos del creador.
EL ESTILO
Se destaca su extrema concisión, quizá herencia de su labor como periodista o influencia de los narradores norteamericanos. Jamás descuida el lenguaje: el giro breve, la exactitud, la ausencia de adornos, configuran su pureza de estilo así como su lenguaje limpio y preciso.
UNIDAD
La mayoría de sus obras presenta personajes que se repiten, aparecen y reaparecen: situaciones similares, ámbitos iguales, la misma lluvia, el mismo calor. Hay numerosos elementos recurrentes que son como un puente entre una novela y otra. Esto le da al conjunto un aire de “saga”, de unidad.
EL ESPACIO
Siempre nos remite al trópico.  El calor, húmedo y viscoso o sofocante y reseco, ocupa en sus cuentos el sitio de un elemento omnipresente. Hay un “desencantamiento consciente del trópico”, que revela una aridez, una pobreza, una trivialidad incolora, polvorienta e insoportable.
   Salvo excepciones, sus obras se ubican en Macondo o en “el pueblo” innominado. Macondo es un lugar de intenso calor, cenagoso,  lleno de historias fantásticas, magia, leyendas. Sus habitantes viven en la soledad y el aburrimiento, alimentando viejos odios. Parece detenido en el tiempo. “El pueblo” parece más real que Macondo. Los pobladores, frustrados y solitarios, viven dominados por el rencor, la desconfianza, las murmuraciones.
LOS PERSONAJES
   Tienen como característica común la soledad, que llevan hasta la muerte. Son pobres y viven en condiciones sociales difíciles. García Márquez pretende entender el porqué del destino de sus pequeños personajes pueblerinos, encontrar la clave que explique sus vidas. Por lo general, sus personajes femeninos son fuertes, sólidos, más adaptados a la realidad que los hombres. En cambio, sus personajes varones son soñadores, propensos a la ilusión vana, débiles y caprichosos, aunque a veces sean capaces de un acto de grandeza. Encuentran en las figuras femeninas refugio y consuelo, estableciéndose un vínculo de dependencia afectiva.
LA VIOLENCIA
   Aparece siempre y de diferentes formas, como reflejo de la que ha vivido y vive Colombia. Se da en relación con la opresión política, y aparece integrada a la vida de los personajes, sin que ellos lo adviertan. Pocas veces aparecen escenas de violencia desatada: por lo general es una presencia agazapada. Los relatos transcurren en las treguas, donde la violencia surge como cicatriz del pasado.