domingo, 19 de junio de 2011

3º4 Cuentos con algún elemento raro, fantástico o maravilloso...

Cartuchera Marcos:


¡No te imaginas lo qué me pasó!

El día de ayer mientras Martín, mi dueño, hacía el escrito de literatura, ocurrió un hecho único en mis doce años de cartuchera en liceos.

Mientras pasaban los minutos de ese escrito, la lapicera (sin tapa) hizo un movimiento desafortunado y en acto de segundo la goma nueva tenía un rayón de punta a punta. Al instante, la goma se abalanzó sobre la otra, lo que provocó una pequeña rotura en el largo del segundo. Para empeorar las cosas, cuando la que borra cayó, golpeó a la lapicera verde y la despertó de su siesta y se metió en el lío.

Uno de los expectadores, el lápiz de repuesto, que ya había tenido una fuerte discusión con la verde (así la llamaban sus amigas), se metió en este lío que parecía interminable.

Todos los problemas tienen una solución, y por suerte, este no era la excepción. Cuando la discusión empezaba a parecerse a una pelea, siento un cosquilleo en la parte más alta de mi cuerpo. ¡Por fin!, yo sabía que esto iba a suceder en cualquier momento, mi cierre se estaba abriendo, y no era otra que la mano del dueño. El chico, en un acto heroico, retiró al lápiz y a la goma de mi, y con dicho acto la paz y la armonía retornaron a mi cuerpo.

Contestame lo antes,

Tu amigo, Cartuchera Pedro
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3 de mayo de 1947

Querido lector,

Seas quien seas, posiblemente me conozcas, soy yo, el banco de la plaza. Escribo para despedirme, decir adiós.

Ayer por la noche vinieron unos niños a despedirse de mí y de todos los que están aquí. Vinieron hacia mí y comenzaron a saltar encima mío, luego me abrazaron y dijeron: “qué lindo que pasamos con usted siempre estaba aquí, escuchándonos cuando ya no había nadie con quien hablar, sabemos que está un poco viejo, pero no queremos que se vaya”. Yo no podía entenderlo. No me iría, ¿por qué habrían dicho eso?

7:00 am de hoy, 3 de mayo de 1947 paso la mujer, aquella que siempre corre por las mañanas con su marido. Pero hoy no hablaban de eso, lo de siempre, sino que de una reforma, la de una plaza. Ahí pensé: “un momento, esta es la única plaza del pueblo”. No podía creer lo que mis brazos oían. Me iban a destruir, luego de 80 años aquí, viendo a los niños crecer, esos que ahora son adultos, viendo crecer a los hijos de estos, viendo crecer a las parejas, las amistades, a este pueblo, ¿cómo era posible?

Así que estoy aquí muy dolorido, no escribo esto para dar lástima, sino para que el que lea pueda transmitir el mensaje al siguiente banco, joven, y bonito que me reemplace. “Esta ciudad fue siempre mi familia y yo la suya, escúchalos, te mantendrán vivo, despierto. Cuídalos”.



(Esta carta fue encontrada por Martín García el 10 de mayo de 1947 luego de que esta plaza fuera destruida)

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Si, Si, soy yo, devuelta, quieren salir pero no van a poder. ¡Fshfsh! Cosquillean todo el tiempo. Vos, como mi jefe y yo, como tu asistente, debemos hacerlos trabajar aún más, ¡basta de vaguesa! Si será difícil tener aliens dentro de mi cuerpo, ni siquiera soy normal como para adaptarme, todo sea para innovar el mundo, para reducir la contaminación de una manera más práctica, para que los aliens trabajen, pero no en cualquier cuerpo, dentro del cuerpo de un extraterrestre, tal como yo. ¡Claro!, para ellos yo soy su jefe ¿Qué cargo no?, ¡que presión! Vos, en la nave, tranquilo, un extraterrestre más, pero yo, caminando, por el medio de Montevideo, con la mirada de las personas de piel blanda que me pegan en los ojos, mientras los aliens salen por mi boca a preguntarme una y otra vez que hay que hacer ahora.


Con respecto al funcionamiento de las máquinas, esta todo bajo control; los contaminantes entran por el ombligo, los recibe Philip, los lleva al intestino grueso, donde suben al piso de arriba, allí son reciclados en el pulmón derecho bajo el control de Morris, donde luego los espera Henry en el hígado, para que sean secados. Finalmente la materia orgánica reciclada sube por el esternòn, se dirige a la faringe, preparándose para salir por el oído izquierdo. ¿Pero sabes lo que pasa?, últimamente, hay mucha materia que esta saliendo por el oído derecho, estas son las que fallan en el proceso, es por eso que digo que nuestros trabajadores no están haciendo el trabajo correcto, el problema creo que es que Harold, debiera controlar el pasaje de la materia del hígado hacia el esternòn y sin embargo duerme todo el día en el pulmón izquierdo, y cuando hablo por alto parlante salta.

¿Qué sugerís al respecto?, pese lo que pese, pase lo que pase y sea como sea, vamos a seguir innovando el mundo. Quieren salir, pero como ya te dije, no van a poder.

¡Fshfsh! ¡Fshfsh!, siguen cosquilleando.

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Querido lector:

Soy El Hombre Pálido, necesito que me aconsejes. Estoy sentado en una casa donde ya he planificado un robo con mi socio El Negro. Todo está pasando según lo planeado, pero aunque no lo creas mi corazón me está hablando desde hace un rato, diciéndome que piense dos veces la decisión que voy a tomar antes de llevarla a cabo. Al principio no podía creerlo, creía que estaba loco, pero me lo demostró palpitando más y rápido y después mas lento y dejando de palpitar como si tuviera mente propia. Me dijo que el sabe como soy en el fondo y que si traiciono a estas personas lo lamentare toda mi vida, aunque tenga que enfrentar a mi socio El Negro. Ahora estoy sentado con un mate tratando de disimular que no estoy hablando con mi propio corazón, mirando a esa bella jovencita a los ojos y no se que hacer, se ve muy asustada. Así que te pido ayuda, necesito que tomes esta decisión por mi, como termina este cuento esta en tus manos.

Desde el cuento,
El Hombre Pálido
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Agustín:


hace un par de días te vi con los ojos cerrados sobre la almohada en la puerta de la casa de Punta del Este que alquilamos todos los veranos. No estabas solo. Una figura de una mujer se podía ver en una de las paredes del baño. Coincidíamos en bastantes cosas, flaca, castaña clara, ojos oscuros y unos centímetros más baja que vos. Por la cara que yo le veía en esa figura, te puedo decir que tenía una personalidad autoritaria, mala, rencorosa y vengadora. No se merece estar contigo.



Vi un regalo que tenia tu nombre en la parte de arriba de la cajita rectangular. Estaba envuelto en un papel rojito intenso. Sabía lo que había dentro, sabia como enganchártelo a la muñeca, sabia que era negra con un dije del color de la sangre que me permite vivir y que cada tanto se caía hacia la izquierda.

Empecé a escuchar ruidos de la calle que se mezclaron con sus voces. Cada vez sentía que las cosas que veía no eran reales. Los autos y sus bocinas, los pájaros cantando y la tele prendida dominaron mi oído. Las imágenes de ustedes ya casi eran indescriptibles, a los segundos lo único que vía era nada. Una nada negra.



Cuando abrí los ojos vi mi razón de vivir parado frente a mí. Tenías unos hilos negros sosteniendo un pedazo de oro rojo en uno de tus brazos.

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Querida Jessica,


¿Cómo estás? Ha sido un largo tiempo desde la última vez que hemos hablado. Espero que tú y tu familia se encuentren estupendo y estén pasando un momento deleitante en Paris.

Te escribo esta carta dada la situación que he vivido hoy a la mañana. No sabía a quién podría recurrir, ya que todos pensarían que estaba loca, por lo que no tuve otra alternativa que interrumpir tus vacaciones y enviarte esta carta. Todo empezó cuando ayer por la noche, me encontraba sola en mi casa, deprimida. Mi cabeza daba vueltas y vueltas, cuando de repente, una estrella fugaz paso por el bello jardín de mi casa, y me hizo pedir un deseo tan alocado que pensé que nunca podría hacerse realidad, deseaba tener 18 años de nuevo. No solo porque podría volver a tener una vida llena de fiestas, divertida, con muchas alegrías, sino también porque podría volver a salir con mi antiguo novio, Neitz, un amor perdido. Decidí irme a dormir

El día comenzó, y todo era muy raro. Desperté en un lugar extraño, un cuarto lleno de muñecas y osos. Sus paredes rosadas de terciopelo me hacían creer que estaba en un cuarto de princesas, pero de pronto me di cuenta que esa era la vieja casa de mis padres en la que viví cuando tenía 18 años. Cuando me mire en el espejo, vi un cutis perfecto, y un cuerpo tan formado, que parecía una modelo. No podía creer que había vuelto a mis 18 años.

Comencé mi rutina diaria, como en los viejos tiempos. Sería el último año en el que concurriría a la secundaria. En el momento que llegue, no era todo como me lo esperaba. Se podría decir que era, hasta peor, que cuando tenía mis 35 años. Inmediatamente volví a mi bello cuarto rosado, intentando buscar una solución al problema, y deseando que esa estrella fugaz no hubiese pasado. Muy arrepentida estoy con lo sucedido. Sé que esta edad ya no es para mí. Ya la he vivido y no es como me la esperaba nuevamente.

Ahora, ya por la noche, te escribo esta carta para suplicarte, por favor que me ayudes. Seguramente pienses que estoy loca, pero no es así. No estoy segura de como sucedió todo, pero esto es una realidad, y ya no sé cómo volver el tiempo atrás.

Espero con ansias tu respuesta,

Te aprecio,

Sabrina.
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Chuck:
 
Te escribo porque tenía algo para contarte. Necesito que lo guardes en secreto, no me gustaría que piensen que me faltan algunos tornillos. No se si te acordas de mí porque cosas muy raras y que creía imposible pasaron. Desde que era chica moría de ganas por ser grande, poder cumplir diez y seis y hacer lo que quisiera. Bueno, resulta que desde que tenía pocos años escribí una lista donde en cada cumpleaños le agregaba un nuevo deseo.
Hoy desperté y mis padres me esperaban con la típica torta de cumpleaños de todos los años. Acercándome a la parada del autobús un camión de entregas se apareció y me dio una caja con diez y seis velas y una pequeña caja con fósforos. Mi lista de deseos había aparecido dentro de la caja con velas. Tomé la vela con el deseo numero uno; “cuando cumpla diez y seis tendré el auto más lindo, de preferencia rojo”. Apagué la vela y un deslumbrante auto rojo apareció en mi vista. Recuerdo haber estado en el auto contigo. Pero parece que las cosas se salieron de control. Mi deseo catorce decía que cuando cumpliera diez y seis me dejarían de tratar como a una niña. Y así fue, no tengo que ir mas a la secundaria, mis padres piensan que tengo veinte y me mandaron a vivir sola. Pero nadie de la secundaria se acuerda de mi, ni vos. Hay alguien que me concede los deseos, es la única que me entiende, pero dijo que no podía ayudarme y que los deseos ya habían sido pedidos. Parece que ahora lo único que quiero es volver al pasado y empezar nuevamente mi cumpleaños, sin una lista de deseos, que todo siga como venía y que mi vida siguiera perfecta como estaba antes. Espero que todo vuelva a ser como antes y que te acuerdes de mi o por lo menos me conozcas como la nueva persona que soy.

Blair

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